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L´ASTURIANISMU QU´ASTURIES NECESITA

Artículu de Luis Arias Argüelles-Meres publicáu por La Nueva España

Hay un lugar en el mundo occidental donde parte importante de sus gentes, amén de la práctica totalidad de los bienpensantes, se empecinan en negar la existencia de una pequeña lengua, cada vez más mutilada. Es conocida como bable, también como asturiano. Hay un lugar en el mundo occidental donde se escribe buena literatura, en prosa y en verso, en esa lengua que, para muchos, no existe. Hay un lugar en el mundo occidental donde el odio a una lengua que hablaron sus antepasados constituye un rasgo sociológico digno de estudio.
Si la llingua asturiana no existe, ¿cómo es posible que haya novelistas y poetas que escribieron y escriben en ese idioma? Se diría que es un caso extremadamente paradójico. Si en casi todos nosotros sigue habiendo ese “fondo rural que perdura”, del que habló Ortega, ¿a qué viene ese complejo ante el conjunto de palabras con que se vinieron designando las cosas de este mundo en nuestra tierra? ¿Nos avergonzamos del pasado rural de casi todos nosotros? ¿Renegamos de la boina y las madreñas que la mayoría no tenemos tan lejos? ¿Es de recibo que se llame “paletos” a quienes hablan asturiano? A poco conocimiento lingüístico que se tenga, ¿no es sabido que son muchas las lenguas cuyo origen es rural? ¿Se avergüenzan acaso los catalanes de su lengua? ¿Y qué decir de ese argumento falaz y analfabeto que esgrimen muchos acerca de que resulta infinitamente más pragmático aprender inglés? ¿Acaso los niños catalanes y gallegos conocen menos la lengua de Shakespeare que los escolares de Valladolid? 
¿Alguien puede poner en duda que el bilingüismo desde la infancia es acaso el mejor instrumento para el aprendizaje de idiomas?
Xosé Gago acaba de presentar su traducción al asturiano de la Odisea homérica. Se trata de un profesor de griego, es decir, de alguien que conoce la filología clásica, de cuyo universalismo pueden albergarse pocas dudas. Y habla, con razón, en este periódico, de talibanismo lingüístico en nuestra
Que una sociedad deje morir, por el odio de unos cuantos, una lengua que vino siendo la suya a lo largo de los siglos es un síntoma que invita poco al optimismo. Que los bienpensantes no quieran percatarse de que muchas de las palabras que ellos denominan “paletas” están en muchos casos más cercanas al latín que el propio castellano ello supone una aberración en toda regla, así como una prueba de un esnobismo afrentoso contra la inteligencia.
Ahora que parece estar elaborándose un nuevo Estatuto de autonomía sería el momento de afrontar esto, nunca mejor dicho, con “normalidad”. Se trata, por un lado, de conservar una parte tan importante de nuestro patrimonio cultural como es la lengua propia. Y, por otra parte, de derechos. Podrán plantearse todas las reservas que se quiera al hecho de la “normalización” de una realidad lingüística que tiene sus variantes, “normalización” que se hizo y se está haciendo en otras muchas lenguas. Podrán resultarnos más o menos modélicos algunos asturianistas, tanto en lo político como en lo literario. Pero, más allá de todo eso, lo esenciales no perder un tesoro cultural por prejuicios, ignorancias y complejos, dignos todos ellos de la borgiana historia universal de la infamia.
Y es que una buena traducción, un excelente poemario, una magnífica novela, etc., cierran la boca a todos aquellos que se empecinan en negar la existencia del asturiano como lengua. Y de esto que digo hay pruebas irrefutables.
No se trata de confrontar castellano y asturiano. No se trata de fundamentalismos, sino de realidades culturales y literarias, amén de derechos cívicos y libertades. Todo lo demás es, en efecto, talibanismo. Y cerrazón. E ignorancia.

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